Hoy,
doy las gracias.
Gracias,
a tí, sí a tí.
Gracias
por obligarme a cuestionarme el como he de vestirme antes de salir a
pisar las calles, no vaya a ser que porque lleve una falda, o un
escote o ropa ceñida, obtengas el derecho de hacer lo que quieras
con mi cuerpo.
Gracias,
por coartar mi libertad que también es la tuya, a pasearme con temor
a según que horas de la noche, oír que se acercan un grupo de
chicos, y acelerar el paso por si acaso les da por agredirme
verbalmente o sexualmente o que se yo.
Gracias,
por el hecho de tontear contigo, y querer pararte porque ya no quiero
más, y me insultas, me desprecias. Me dices que no soy una cría,
pretendes que tenga sexo contigo así sin más, porque soy adulta. Y
te marchas con la palabra Puta en tu boca y mi corazón cruje una vez
más.
Gracias,
por tu ignorancia a amar y a respetar a tu igual, cuando agredes
verbalmente o físicamente a tu pareja, y hasta le arrebatas la vida,
a esa persona que hace unas horas, días, meses o años que la hacías
creer que la amabas como nadie.
Gracias,
por generar desconfianza, por tener miedo, a que me vuelvan a hacer
daño, a abrir mi corazón (ya roto) a alguien. A rehacer mi vida,
después de una agresión, a recordar cuando me vuelven a rozar la
piel, a besar...
Gracias,
por hacerme sentir culpable por no decir NO verbalmente, me abordas
en la noche, estoy sola, puede que haya tomado alguna copa o no, te
acercas, nose muy bien con que intenciones, pareces amistoso, reímos,
bromeamos, de repente la noche se vuelve más oscura, me coges, me
llevas apartada a un lugar sombrío, me tocas, no quiero, veo tus
intenciones, intento escabullirme, no puedo, eres más fuerte, tengo
miedo, miedo a negarme o articular palabra y que sea mucho peor que
me golpees o que me hagas más daño si me niego, me violas.
Gracias,
por sentirme culpable y no víctima, ya no duermo bien, tengo
pesadillas, lloro a escondidas porque me avergüenzo, porque tú me
haces sentir que la culpable soy yo. Me como la cabeza, no entiendo
el porque, y me duele. Estoy triste, ya no me gusta mi cuerpo, e
intento sonreír, poner buena cara, para que mi familia y amistades
no sufran. Y la gente me mira mal porque sonrío, porque intento a
pesar de todo salir del bache. Y es cuando el juez dicta sentencia y
lapida mi alma.
Gracias,
también a ti, la justicia, la que me dice que si me agreden tengo
que denunciar para que tomen cartas en el asunto. Estoy aquí sentada
ante ti, con tus relucientes ropas, mucha gente me mira, mi abogado
intenta tranquilizarme, me atormenta el alma tener que volver a
hablar de lo que sucedió, del dolor que se me infringió, no puedo
apenas articular palabra y ya brotan de mi rostro lágrimas, empiezo
a hablar con el corazón a mil, me enfado, mi rabia me da fuerza,
cuento todo lo ocurrido, me dicen que valdrá la pena, que servirá.
Acaba todo, y debieron barajar mal, porque a él le tocó el as y a
mi la muerte en vida.
Gracias
a tí, que por mi condición de ser mujer, se me suprimen mis
derechos de dignidad, respeto, libertad y otros tantos de los que tú
si disfrutas.
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