viernes, 27 de abril de 2018

Para ella y para él

Hoy, doy las gracias.

Gracias, a tí, sí a tí.

Gracias por obligarme a cuestionarme el como he de vestirme antes de salir a pisar las calles, no vaya a ser que porque lleve una falda, o un escote o ropa ceñida, obtengas el derecho de hacer lo que quieras con mi cuerpo.

Gracias, por coartar mi libertad que también es la tuya, a pasearme con temor a según que horas de la noche, oír que se acercan un grupo de chicos, y acelerar el paso por si acaso les da por agredirme verbalmente o sexualmente o que se yo.

Gracias, por el hecho de tontear contigo, y querer pararte porque ya no quiero más, y me insultas, me desprecias. Me dices que no soy una cría, pretendes que tenga sexo contigo así sin más, porque soy adulta. Y te marchas con la palabra Puta en tu boca y mi corazón cruje una vez más.

Gracias, por tu ignorancia a amar y a respetar a tu igual, cuando agredes verbalmente o físicamente a tu pareja, y hasta le arrebatas la vida, a esa persona que hace unas horas, días, meses o años que la hacías creer que la amabas como nadie.

Gracias, por generar desconfianza, por tener miedo, a que me vuelvan a hacer daño, a abrir mi corazón (ya roto) a alguien. A rehacer mi vida, después de una agresión, a recordar cuando me vuelven a rozar la piel, a besar...

Gracias, por hacerme sentir culpable por no decir NO verbalmente, me abordas en la noche, estoy sola, puede que haya tomado alguna copa o no, te acercas, nose muy bien con que intenciones, pareces amistoso, reímos, bromeamos, de repente la noche se vuelve más oscura, me coges, me llevas apartada a un lugar sombrío, me tocas, no quiero, veo tus intenciones, intento escabullirme, no puedo, eres más fuerte, tengo miedo, miedo a negarme o articular palabra y que sea mucho peor que me golpees o que me hagas más daño si me niego, me violas.

Gracias, por sentirme culpable y no víctima, ya no duermo bien, tengo pesadillas, lloro a escondidas porque me avergüenzo, porque tú me haces sentir que la culpable soy yo. Me como la cabeza, no entiendo el porque, y me duele. Estoy triste, ya no me gusta mi cuerpo, e intento sonreír, poner buena cara, para que mi familia y amistades no sufran. Y la gente me mira mal porque sonrío, porque intento a pesar de todo salir del bache. Y es cuando el juez dicta sentencia y lapida mi alma.

Gracias, también a ti, la justicia, la que me dice que si me agreden tengo que denunciar para que tomen cartas en el asunto. Estoy aquí sentada ante ti, con tus relucientes ropas, mucha gente me mira, mi abogado intenta tranquilizarme, me atormenta el alma tener que volver a hablar de lo que sucedió, del dolor que se me infringió, no puedo apenas articular palabra y ya brotan de mi rostro lágrimas, empiezo a hablar con el corazón a mil, me enfado, mi rabia me da fuerza, cuento todo lo ocurrido, me dicen que valdrá la pena, que servirá. Acaba todo, y debieron barajar mal, porque a él le tocó el as y a mi la muerte en vida.

Gracias a tí, que por mi condición de ser mujer, se me suprimen mis derechos de dignidad, respeto, libertad y otros tantos de los que tú si disfrutas.